1. No se apega a una mujer.
2. No crea antagonismos y rivalidades enfermizas con las mujeres.
3. No le teme a la mujer ni a su femenino interior.
4. Tiene un distanciamiento equilibrado con el sexo opuesto, sin odios (hombres agresivos), ni indiferente (hombre esquizoide), y por un acercamiento sin miedos irracionales (hombre apegado), ni antiguas culpas (hombre sumiso).
5. No se somete porque se respeta a si mismo.
6. No genera violencia porque respeta a los demás.
7. Sabe qué negociar y qué no.
8. No es un dechado de virtudes pero sabe amar.
9. No está fraccionado, no se mueve en el incesante vaivén del conflicto atracción-repulsión, ve el dilema, lo admite e intenta superarlo.
10. Sabe que aunque su masculinidad surge de lo femenino, tiene timón propio y un rumbo personal y específico. Entiende que la separación infantil de lo femenino es simplemente el inicio de un proceso para seguir creciendo como hombre.
11. Ama su femenino porque está emocionalmente reconciliado.
12. Lo cuida, lo incluye en su vida cotidiana y deja que se manifieste su femenino cuando así se requiera.
13. De acuerdo a la demanda, puede ser tan maternal como la mujer más tierna o tan furioso como el más bravo de los guerreros, pero luego cuando la situación lo restablece, regresa tranquilamente a su nivel basal y a la potencialidad mixta del Ying y el Yang que su masculinidad le permita.
14. Al sanarse internamente, no debe hacerse demasiados esfuerzos para acomodarse al amor, sólo deja que éste ocurra y se manifieste.
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