sábado, 14 de julio de 2012

XXVIII La Serpiente que danza.

Mujer indolente, yo gozo
si en tu cuerpo veo,
igual que una seda ondulante,
el leve espejeo.

Sobre tu cabellera profunda,
de aroma salvaje,
mar olorosa y vagabunda de azul oleaje,

como un navío al que despertara
un fresco viento matutino,
mi alma su aparejo prepara
hacia un remoto destino.

Tus ojos, de secreto que ignoro,
sin amargor y sin ambrosías,
son igual que dos joyas frías,
labradas de hierro y oro.

Al andar indolente,
graciosa, bella, abandonada,
se diría que una serpiente
danza en un bastón enroscada.

Y tu adormilada cabeza,
a la de un niño semejante,
se balancea con la pereza
de un pequeño elefante.

Tu cuerpo se estira y afloja
tan leve como una piragua
que acuesta la borda y que moja
su vela en el agua.

Lo mismo que al río al que afluyen
glaciares rugientes,
las risas asoman y fluyen
a flor de tus dientes.

Y entonces me embriago de hembra.
¡Amar y vencer!
¡Un líquido cielo me siembra
de estrellas el ser!


Charles Baudelaire ("Las Flores del Mal")


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