sábado, 15 de diciembre de 2012

Tashkana.

Dicen que desde muy niña se mezclaba con los hombres de la tribu.
Dicen que era trigueña, preciosamente contorneada como si algún artesano de cuerpos la hubiese tallado por milenios y milenios. Sus ojos negros cobijaban la figura de profundas lunas; sus cabellos eran potros al viento; sus senos ardores de fuego; su vientre profunda laguna; sus manos sutil aire fresco .
Dicen que salió una mañana a galopar con su fiel azabache. Treparon aquella ladera que nadie jamás había osado. El frío era intenso y la nieve profunda. Ellos no temían a nada. Sabían que estando así, juntos, era imposible que algo "oscuro" ocurriera.
Dicen que todos dirigieron sus miradas hacia arriba. Se podía ver los rayos del Sol caer perpendiculares sobre sus siluetas. El cielo estaba diáfano tanto o más que el agua del arroyo en donde toda la tribu bebía agua fresca, bañaban sus cuerpos y depuraban sus almas con rituales en noches de Luna llena.
Dicen que al cabo de tres días ya no podían divisarlos; que al pasar una semana y ver que no había regreso, los dieron por muertos.
Dicen que en la noche más oscura y silenciosa, su figura iluminó el firmamento.
Se escucharon aullidos desde millares de estrellas.
Sus heridas fueron tomadas como ejemplo de guerrera.
Nadie supo...nadie sabe...sólo Ella.



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