Es pura lascivia que se proponga cual hierbajo anemófilo
por los parterres reservados a las margaritas.
Nada hay sagrado para quienes piensan.
Con descaro llaman a las cosas por su nombre,
elaboran análisis disipados y síntesis concupiscentes,
se entregan a la salvaje y libertina persecución de la verdad desnuda,
al toqueteo libidinoso de temas delicados,
al roce de opiniones. Y se quedan tan anchos.
A la luz del día o al abrigo de la noche,
se juntan en parejas, triángulos y círculos.
No importan sexo ni edad de los integrantes.
Les brillan los ojos, les arden las mejillas.
El amigo pervierte al amigo.
Hijas depravadas pervierten a sus padres.
El hermano celestinea con su hermano menor.
Les apetece otros frutos,
los del árbol prohibido de la ciencia,
y no las nalgas rosadas de las revistas de color,
ni la pornografía al uso, ingenua en el fondo.
Les divierte los libros sin estampas,
con un único interés: ciertas frases
subrayadas a uña o a lápiz rojo.
¡Qué espanto! ¡En qué posturas
y con qué escabrosa simplicidad
se deja una mente fecundar por otra!
No constan ni en el mismísimo Kamasutra.
En esas citas solo el té está caliente.
La gente se sienta, mueve los labios.
Cruza las piernas, pero cada cual las propias.
Así, un pie descansa en el suelo,
y el otro, libre, se columpia en el aire.
Sólo de vez en cuando alguien se levanta,
se acerca a una ventana
y por una rendija de la persiana
fisga la calle."
Wislawa Zsymborska
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