viernes, 22 de junio de 2012

107.-Nuestro agradecimiento último al arte.


Si no hubiésemos admitido las artes e inventado esa especie de culto a lo no verdadero no podríamos soportar la capacidad que nos proporciona ahora la ciencia de entender el espíritu universal de la no verdad y la mentira. La probidad tendría como consecuencia el asco y el suicidio, pero ocurre que nuestra probidad dispone de un poderoso recurso para evitar esa consecuencia: el arte como aceptación de la apariencia. No siempre impedimos que nuestra mirada redondee y complete lo que imaginamos, y entonces no es ya la eterna imperfección lo que llevamos por encima del río del devenir, sino que creemos llevar a una diosa y nos mostramos orgullosos e infantiles rindiéndole este servicio. Como fenómeno estético la existencia resulta siempre soportable, y en virtud del arte nos han sido dado los ojos, las manos y sobre todo la buena conciencia para poder transformarnos en semejante fenómeno. Es necesario que de cuando en cuando descansemos de nosotros mismos en favor del arte, que nos permite considerarnos a distancia y, desde arriba, reírnos de nosotros mismos o llorar sobre nosotros; es preciso descubrir al héroe y no menos al bufón que se ocultan en nuestra pasión por el conocimiento, ¡gozar de cuando en cuando de nuestra locura para seguir gozando de nuestra sabiduría! y como en el fondo somos precisamente espíritus graves y tenemos más gravedad del peso que la de los hombres, nada podría hacernos tanto bien como el gorro de loco, lo necesitamos como un remedio contra nosotros mismos, necesitamos un arte petulante, flotante, bailarín, burlón, infantil y sereno, para no perder nada de esa libertad por encima de las cosas que espera de nosotros nuestro ideal. Sería para nosotros una recaída caer en la moral, pues a causa de de nuestra irascible probidad y teniendo que satisfacer excesivas exigencias, acabaríamos convirtiéndonos en monstruos y espantajos virtuosos. Debemos ser capaces también de mantenernos por encima de la moral, y no sólo de mantenernos con la tensión ansiosa de quien teme constantemente resbalarse caer, ¡sino también de volar y jugar por encima de ella! ¿Cómo privarnos, entonces, del arte?, ¿cómo privarnos de lo loco? ¡Si todavía os avergonzáis de vosotros mismos, no sois de los nuestros!




F. Nietzsche. "La Gaya Ciencia"

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