Un proverbio chino dice que, en la vida, hay que ser fuertes como el junco, una idea
que expresa bien cual es la verdadera fortaleza y cual, la auténtica
debilidad.
Pero hay gente que se cree fuerte porque tiene más salud o más
dinero o más poder que otros… Y otra que se cree débil porque tiene menos
cantidad de las mismas cosas…
¿Qué es ser fuertes entonces? Ante todo, es ser capaces de
resistir interiormente, de lucir un espíritu joven a pesar del paso de los
años.
Ser flexibles, creativos, sensibles, espontáneos, auténticos,
fuertes.
Ser como el junco, capaces de que no nos dobleguen las aguas ni
los vientos de la vida, adaptables y suaves como su tallo, que se dobla siempre
y, sin embargo, no se rompe.
Ser flexible es amoldarse, adaptarse a las circunstancias. Es
lo contrario a estancarse, a detenerse. Flexibilidad como rasgo de carácter es
tolerancia y respeto por el que no piensa como tú.
Los intolerantes son rígidos y en el peor de los casos llegan a ser extremistas. Hay algo detestable en todo extremismo, todos son similares porque los extremos se tocan.
Hay personas muy rígidas, que se posicionan rápidamente, que lo
tienen todo claro porque las cosas son para ellos blancas o negras. Ese
pensamiento les presta seguridad, una seguridad que en el fondo no tienen y
precisan desesperadamente para defenderse de su inseguridad.
Es más fácil para ellos manejarse en esa realidad ficticia de
blancos y negros que en la realidad real, en la que hay una escala de grises o
mejor todo un arco iris con muchos colores y matices. El rígido es incapaz de
cambiar, está anquilosado, petrificado. El desarrollo sano de la personalidad es
un continuo transformarse y creerse ya hecho equivale de alguna manera a estar
muerto.
Todos somos artífices de nuestra personalidad, todos podemos
limar las aristas de nuestro carácter. Quitemos rigidez y pongamos
flexibilidad.
Un proverbio chino dice que “la lengua resiste porque es
blanda, los dientes caen porque son duros”.
En el Talmud, el libro sagrado esta vez de los judíos, se lee: “Sé flexible como un junco y no rígido como un ciprés”.
En el Talmud, el libro sagrado esta vez de los judíos, se lee: “Sé flexible como un junco y no rígido como un ciprés”.
Y por supuesto que la flexibilidad y la tolerancia tienen un
límite a partir del cual ya no es virtud, sino lo contrario. Pero me temo que
estamos lejos de ese límite, así que en caso de duda, como dicen por ahí, “más
vale que sobre que no que falte".
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